Como os contaba en el anterior cementerio, París tiene tres de estos famosos lugares de reposo final (o quien sabe, igual no se reposa después y es una fiesta loca perpetua). El segundo que visitamos fue, al sur de la ciudad, el de Montparnasse.
Montparnasse es un barrio famoso por acoger a la intelectualidad y la bohemia cuando esta abandonó Montmartre. Esto provoca que el barrio esté lleno de referencias a Sartre, Beauvoire, Hemingway y toda esta gente que ahora se admira incluso sin saber nada de lo que dijeron.
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Actualmente, también es famoso por tener un mamotreto gigante y feo, negro, que no hay manera de evitar al ver una panorámica de la ciudad. Supongo que el sitio más bonito para ver París debe ser encima de él. No por nada en particular, si no porque es el único sitio donde se evita observarlo…
Me refiero a la Torre Montparnasse (hasta el nombre es original, redios…). Mirad su efecto en las vistas, que podríamos calificar, de «Efecto de mierda».
Pero bueno, yo he venido aquí a hablar de mis muertos y no de como me cago en los de los arquitectos de la torre esta de chocolate. Así que procedamos con el Cementerio de Montparnasse.
Como el anterior y el de Montmartre, fue construído tras quitarse de encima el antiguo cementerio de París, así que utilizaron un método similar para atraer a la clientela: Llevar a gente famosa. Una vez muerta, claro. Lo otro se llama genocidio y lo hacen señores balcánicos que derivan en un viejo entre Karl Marx y Valle Inclán, pero sin gracia.
Así que en el Cementerio de Montparnasse (que también tiene un paseo agradable y soleado), podemos encontrar entre otros a:
Jean Paul Sarte y Simon de Beauvoir (Que dejaron toda su imaginación para la vida y no para la muerte, porque vaya lápida sosita…)
Baudelaire.
Julio Cortázar.
Ionesco.
Serge Gainsbourg
Y permitidme un receso musical en su memoria…
Se lo debía pasar bien, el muy malvado. Ains… En fin, que estaban estos tumbados y muchos otros más. Sin duda un cementerio plagadito de muertos, mucho más recientes que los de Pére-Lachaise. Y se notaba, era un cementerio como con más… vidilla. Poca, oye, pero más.
Eso sí, como siempre, las tumbas de famosos reconocidos nos llamaron la atención, pero hubo otras de famosos no señalados en el mapa (también te daban mapita con listado a la entrada) que creo que merecen un reconocimiento. Es el caso de…
Pobre. No sabía que había muerto. Claro, tan pequeñito, nadie le ha echado en falta… Pero bueno, más raro aún era el caso de la siguiente tumbita:
Supongo que es un antepasado de Anita, pero ningún trabajador del cementerio me lo pudo confirmar, por miedo a las represalias de los Miami, que por lo que decían, rondaban la zona. Tanto miedo me dio el asunto que corrí a esconderme detrás de… detrás de… ¿algo?
En fin, perturbador como poco. Pero sin duda, la lápida más impactante para mi fue esta que sigue. Descubrir que… tan joven, tan alegre… y el pobre ya había muerto, me destrozó. ¡Tú no, tú no! ¡Batman, ¿cómo pudiste?!
Recuperado intentando pensar que quizá era un golpe publicitario por el inminente estreno de la peli de Bats, seguimos adelante, para descubrir a los pocos pasos este inquietante monumento:
¿Qué está enterrada? ¿La familia del tipo, o el bigote en si? ¿Se dejó bigote por apellidarse así o se apellidaba así porque su familia ha sido siempre de recia masculinidad? Incógnitas, incógnitas…
Pero no más de las que surgen al ver la tumba de…
Madre mía. Riadas de camioneros con sus camiones quemados venían a presentar sus respetos al fundador de su movimiento social, injustamente olvidado por la historia. O algo así.
Vamos, que cosas veredes, amigo Sancho, que te quedarás acojonado. Como este homenaje póstumo a la pedofilia…
O este homenaje al mal gusto geriátrico, con dos viejecitos en la cama, a tamaño real. Descansados se habrán quedado ante tamaña idea.
Pero bueno, todo esto careció de importancia cuando descubrí que el cementerio de Montparnasse trazaba vínculos mucho más… profundos, con mi ser. Y tuve que bajar a buscar mis santas raíces. C’ est la morte!
Acaban de pasar…